No importa el año o el modelo, con cualquier Porsche es posible emprender una aventura. Lo comprobamos en la Patagonia, a donde llevamos dos Cayenne de la primera generación, que ahora hacen parte del portafolio de Porsche Classic. Antes del viaje ya tenían más de 130 000 kilómetros en sus odómetros. La aventura comenzó desde
No importa el año o el modelo, con cualquier Porsche es posible emprender una aventura. Lo comprobamos en la Patagonia, a donde llevamos dos Cayenne de la primera generación, que ahora hacen parte del portafolio de Porsche Classic. Antes del viaje ya tenían más de 130 000 kilómetros en sus odómetros.
La aventura comenzó desde el mismo momento de elegir los vehículos para emprender la travesía de cerca de 3500 kilómetros por los hermosos, pero a la vez agrestes caminos del sur del continente. Un Cayenne de 2009 y otro de 2010 fueron los indicados para el recorrido.
Antes de emprender el viaje por la carretera Austral desde Puerto Montt (Chile), hasta Ushuaia (Argentina), los dos Porsche Cayenne fueron equipados con algunos accesorios de Porsche Tequipment; entre ellos, portaequipajes y tienda de techo, rieles, los nuevos rines offroad, estribos laterales y placas protectoras en la parte posterior de los bajos. Los opcionales neumáticos offroad también fueron montados en ambos vehículos.
Aunque la meta final era llegar a la ciudad ubicada más al sur del continente americano, la expedición decidió iniciar su aventura hacia el oriente para visitar Bariloche, la población argentina que está estrechamente ligada a la historia de la Patagonia misma. Tras dejar Puerto Montt la carretera bordea Llanquihue, el primero de muchos lagos de diferentes colores que separan ambos países. A pocos minutos, una escala para escuchar los rugidos de los saltos de Petrohue y disfrutar sus aguas azules ante la atenta mirada silenciosa de ese cono de azúcar de 2652 metros de alto que es el volcán de Osorno.
Las curvas de la carretera en la cordillera de los Andes y los paisajes naturales que ofrecen los parques nacionales Puyehue, Nahuel Huapi y Perito Moreno hacen de este un comienzo de viaje inigualable, no solo para los tripulantes sino para los dos Cayenne, que a pesar de tener más de 12 años de uso, se sienten en su ambiente. Los 290 CV (213 kW) de potencia que ofrecen sus motores V6 de 3598 cm3 y su par de 385 Nm siguen siendo suficientes para sortear este tipo de caminos.
Veinticuatro horas no son suficientes para conocer a fondo la ‘Suiza argentina’, pero al menos sirven para disfrutar del lago Nahuel Huapi, ver al fondo el cerro Catedral, comer chocolates artesanales y los famosos alfajores con dulce de leche. Una copa de vino tinto es otra obligación, así como un asado de cordero patagónico.
De regreso a Puerto Montt, a la expedición la recibe de nuevo ese cielo plomizo producto de la constante evaporación de las aguas del Pacífico que se enfrentan a las frías temperaturas de los Andes. Con ese panorama, algo de lluvia y el graznido de las gaviotas que pescan constantemente en el puerto, los dos Cayenne toman la ruta nacional 7, también llamada carretera Austral, una de las más bellas del mundo debido a la privilegiada geografía que atraviesa.
A menos de 50 kilómetros los Cayenne llegan a La Arena, en donde son transportados en ferry para atravesar el estero Reloncavi y seguir rumbo al sur. Las montañas nevadas y los fiordos grisosos están presentes en todo el camino. En Cholgo los Cayenne vuelve a subir a un nuevo ferry que los transportará hasta Pillán. Son tres horas en un arrullo sereno acompañado de vientos gélidos a pesar del verano.
Otro tramo sorteando la carretera y los SUV suben a un nuevo ferry en la desembocadura del río Reñihué. Unos minutos después los Cayenne ruedan de nuevo en la ruta 7. Las sombras provocadas por los 2450 metros del volcán Michinmahuida los acompañan en los últimos kilómetros antes de llegar a Chaitén, lugar elegido para pasar la noche.
En Chaitén confluyen varios ríos sinuosos y fríos en donde abundan salmones y truchas. Se extienden por verdes valles y desembocan en grandes bancos de arenas en la costa agreste y grisácea del Pacífico. La ciudad, golpeada por la erupción del volcán que lleva su mismo nombre en mayo 2008, hoy alberga unos 700 habitantes y ha perdido la vigorosidad que tenía cuando contaba con más de 5000 pobladores antes de la avalancha de lodo y lava que la sepultó.
Al dejar Chaitén, los neumáticos offroad de los Cayenne hacen crujir la grava de la carretera Austral. La cima blanca de un nuevo volcán, el Corcovado, se eleva 2300 metros y presencia silenciosa el paso de los deportivos de Stuttgart. A unos 45 kilómetros de Chaitén aparecen las aguas color verde esmeralda del lago Yelcho. Sus 116 kilómetros de superficie obligan a la carretera Austral a abrirse paso por el occidente.
El cruce del río Yelcho debe ser sorteado por medio de un viejo puente colgante cuyas columnas de concreto deterioradas sostienen los cables oxidados de un paso cuyo ancho apenas supera el de un camión. Al cruzar las oscuras aguas termina la civilización. La expedición entra en una verdadera aventura en donde la naturaleza marca los tiempos.
Tramos con lodo que hacen patinar las ruedas, huecos en muchas partes de la vía y la interminable grava convierten a este tramo una especia de rally austral. Los Cayenne no se quejan. Por el contrario, nos recuerdan que entre 2006 y 2008 domaron los más 10 000 kilómetros del Rally Transsyberia desde Berlín hasta el lago Baikal, en Rusia.
El ritmo de vida en esta región del Pacífico es lento. Bien dicen sus pocos habitantes que ‟el que se apura en la Patagonia pierde su tiempo”. De manera que la expedición decide hacer un desvío hacia el occidente hasta el fiordo de Piti-Palena mientras otros disfrutan la pesca en los lagos, hacen rafting en ríos, observan delfines y ballenas, hacen kayak en las bahías, montan a caballo en los valles o se calientan en aguas termales. Piti-Palena es un buen lugar para saborear una sopa de almejas espesa y cremosa o comer unas tiras de pescado frito parecidas a espaguetis que van acompañadas de papas fritas. También es un lugar adecuado para desplegar la carpa de techo Porsche Tequipment que está en el techo de uno de los Cayenne y dormir bajo las estrellas en un silencio ininterrumpido.
Al día siguiente, de nuevo los Cayenne se incorporan a la ruta 7 y siguen su camino al sur. La vegetación espesa no cambia y las piedras del camino siguen castigando los bajos de los autos. La llegada al valle del rio Cisnes trae un alivio temporal con la reaparición del pavimento. Cada vez más cerca de Tierra del Fuego, la expedición decide pasar la noche en Coyhaique, una ciudad que con casi 60 000 habitantes parece una metrópolis en medio de la nada.
La carretera se encumbra de nuevo por los Andes y la grava vuelve a azotar las placas protectores y los estribos de Porsche Tequipment que fueron instalados en los Cayenne. También reaparecen los espectaculares lagos y ríos de origen glacial con sus aguas verdosas o azulosas. Un tramo largo que llega hasta Cochrane.
Tras un desvió al fiordo Tortel, la expedición toma rumbo al sur cruzando la frontera entre Chile y Argentina. El majestuoso cerro Torre aparece imponente con sus 3133 metros de altura y sus cumbres blancas. El viaje continúa por horas y horas con paisajes tan majestuosos que terminan siendo monótonos.
De repente, aparece el glaciar Perito Moreno y acaba con la monotonía. Sus hielos de blancos y azulados de cinco kilómetros de frente y hasta 60 metros de altura descansan en la zona sur del lago Argentino, en el parque nacional Los Glaciares. El crujido del glaciar y el desplome de una de sus capas de hielo hacen recordar el calentamiento de la Tierra.
Con ese pensamiento la expedición continúa por las vastas pampas argentinas, que en esa zona ofrecen un paisaje lunar. Tramos de grava y pavimento llevan de nuevo a los dos Cayenne hasta el parque nacional Torres del Paine, en Chile. Al ver las montañas alzarse más de 3000 metros sobre los lagos helados, inmediatamente es fácil entender por qué nativos tehuelches las llamaban ‘torres de cielo azul’. Sus picachos de granito están saturados de colores: gris, ocre, rojo anaranjado, marfil, plateado y blanco brillante.
Los ‘torres’ quedan atrás y los Cayenne van en busca de Puerto Natales por la ruta nacional 9. Un breve descanso para continuar hacia Punta Arenas, en el estrecho de Magallanes. El camino se extiende casi sin fin a través de un terreno suavemente ondulado.
De repente aparece la laguna Cabeza de Mar, un primer saludo del océano Atlántico. Un canal en el norte de la gran masa de agua se conecta hacia el oriente y conduce a la Laguna Verdana, más pequeña, que está conectada con el estrecho de Magallanes por un pasaje de aproximadamente tres kilómetros de largo. Este es el paso de aproximadamente 600 kilómetros entre el Atlántico y el Pacífico que el navegante portugués Fernando de Magallanes descubrió en 1520.
Unos pocos kilómetros más al sur se ven en movimiento las aspas de una turbina eólica conectada a varias plantas industriales. Se trata de la planta piloto de e-fuels Haru Onu, en donde Porsche y varios socios están desarrollando el combustible sintético que junto a los autos eléctricos, hace parte de su estrategia de descarbonización.
Al dejar la planta Haru Oni y tomar el ferry que une a Punta Arenas con Porvenir a través del estrecho de Magallanes, el olor a aceite de los motores del barco rápidamente deja claro que no solamente los autos deben buscar formas alternativas de propulsión. Y si bien por ahora no es viable fabricar barcos o aviones con motores eléctricos, los combustibles sintéticos también pueden ser una gran solución para esas industrias.
Los Cayenne bajan de ferry y comienzan a recorrer el último tramo de su aventura que los hará cruzar de nuevo la frontera hacia Argentina y dirigirse hasta la ciudad que reclama el título de ser la más austral del continente americano, cuyo cartel a la entrada los recibe con un letrero que les recuerda a dónde han llegado: ‘Ushuaia fin del mundo’.
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