Seguirá siendo un sedán, pero también absorberá la versión coupé del Challenger. Además del eléctrico, habrá una versión naftera de 6 cilindros.
La denominación Charger, que nació como una coupé, pero en los últimos veinte años designó a un sedán, será el nombre de ambas siluetas en esta era eléctrica del clásico pony car de Dodge.
La coupé llegará este año con el diseño adelantado por el concept (casi sin cambios), mientras que el sedán lo hará el año que viene, lo mismo que la variante a combustión que acompañará la novedad eléctrica.
Las versiones eléctricas se moverán gracias a dos motores de 335 CV, pero que según la opción dan diferentes potencias combinadas: la R/T ofrecerá 456 CV y la Scat Pack se elevará a 590 CV.
Una particularidad de estas versiones es el escape Fratzonic. Como sabés, los eléctricos no hacen ruido, pero para que los fanáticos no se vean decepcionados, el Charger contará con “parlantes” que emulan los decibeles del escape de un Hellcat, la cadencia de un V8 ya hasta la aceleración cuando está detenido en un semáforo.
La versión naftera llevará el 3.0 biturbo Hurricane, con opciones de 420 y 550 CV, unido a una caja automática de ocho marchas y tracción integral, aunque se podrá enviar toda la potencia al tren posterior para homenajear a los Charger clásicos.
Una de las pocas diferencias estéticas entre ambas motorizaciones es que las eléctricas llevarán el particular capot calado del prototipo (ver debajo). Las llantas van de 18 a 20 pulgadas.
Por dentro, el diseño también es bastante clásico, con doble pantalla (para tablero y multimedia) y una selectora convencional (nada de círculos, botones o teclas).
El Charger nació en 1966 como respuesta al Mustang de Ford y tuvo varias generaciones hasta que se discontinuó en 1978. Regresó brevemente en los ochenta y definitivamente en los 2000, ya como un sedán, al tiempo que el Challenger se convertía en la opción coupé.
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