En 1994, BMW adquirió el Grupo Rover, que además de esa marca, poseía a Jaguar y Land Rover, las cuales seis años después pasaron a manos de Ford.

Además de los 4×4, uno de los activos más importantes de la compañía era el Mini, el modelo que había nacido con las marcas Austin y Morris en 1959 (ver más).

Pero claro, la mítica creación de Alec Issigonis tenía 35 años de vida y muchos habían sido los planes para renovarlo. El más importante lo llevó a cabo Innocenti, el constructor italiano que vendía el Mini original en Italia.

La creación de Bertone, de 1974 (ver más), estuvo a punto de convertirse en el nuevo Mini, pero los eternos problemas de British Leyland lo mantuvieron con el logo de la italiana.

Cuando BMW tomó las riendas de la empresa, rápidamente se puso a pensar en un sucesor y entre las propuestas (como la que anticipaba el nuevo Mini que se presentó en 2002, ver más), estaba la del ACV30.

Este diseño de Adrian van Hooydonk (actual vicepresidente senior de BMW Group Design) estaba inspirado en el Mini de Rally que ganó la competencia de Montecarlo en 1967. El nombre, Anniversary Concept Vehicle, remitía al 30° aniversario de la victoria, ya que el prototipo sería presentado en enero de 1997.

Hay muchas similitudes entre el ACV30 y la nueva generación del Mini que vio la luz en el nuevo milenio, como los pasarruedas anchos, los generosos parantes, los faros de buen tamaño o el portón posterior. Por dentro también anticipaba el velocímetro en el centro.

Como buen heredero de la versión de rally, el ACV30 recurría a la tracción trasera, un motor central 1.8 y hasta una rueda de auxilio que ocupaba las plazas traseras.

Casi a fin de ese año, en el salón de Frankfurt, BMW presentó el prototipo de Mini que anticipó fielmente las líneas de lo que sería el punto de partida de la nueva era del Mini y que continúa hasta nuestros días, pero esa es otra historia.