De un buen tiempo a esta parte, los vehículos familiares siempre han tenido en la segunda fila de asientos algún tipo de modularidad: respaldos rebatibles, bancos corredizos, butacas individuales que se extraen, etc.

Pero en 2003, con la Meriva que estrenó Chevrolet en Sudamérica y poco tiempo después llegó a Europa con la marca Opel, General Motors estrenó el sistema Flex 5, que otorgaba un plus de modularidad inédito.

A diferencia del reparto 60:40 habitual, la Meriva tenía un banco trasero 40:20:40 dividido en tres zonas. El plegado para ampliar la zona de carga era el habitual 60:40, pero la ventaja estaba en la plaza del medio.

Como muchas veces no son necesarias cinco plazas, GM creó un sistema que plegaba la banca central, permitiendo que las laterales se corrieran 15 cm hacia adentro, mejorando el ancho disponible en la zona de los hombros.

Con una simple operación, al Meriva pasaba de tener tres plazas posteriores a solo dos. A eso se le sumaba que el respaldo podía regular su inclinación y que el banco también era corredizo (esta última operación disponible solo con cuatro plazas).

La Zafira, que estrenó el Flex 7, gracias a que escondía los asientos de la tercera fila bajo el piso, tenía un sistema parecido en la segunda generación (que no tuvimos por aquí), pero que no escondía la plaza central de la segunda fila, sino que la convertía en una mesa, pudiendo acercar las laterales.

Ford estrenó luego en la C-Mex (que no llegó a la Argentina), un sistema similar, pero el plegado de la plaza central se hacía hacia atrás y las laterales no quedaban tan cerca, sino más lejos de las puertas.

También algo similar adoptó Skoda con el Roomster (otro que no tuvimos), pero en este caso la plaza central debía ser extraída, lo cual restaba practicidad a la hora de volver a necesitar tres plazas posteriores.