Un estudio realizado en Inglaterra arrojó esos datos al estudiar la circulación en una calle con y sin reductores de velocidad.
El Instituto Nacional de Excelencia en Salud y Atención (NICE, por su siglas en inglés) reveló que uno de los elementos más contaminantes para una ciudad son los reductores de velocidad, conocidos como lomos de burro en nuestro país.
Es sabido que el hecho de frenar para reducir la velocidad e incrementarla luego de superar el lomo provoca que el motor emita más gases contaminantes que si se hubiera mantenido una velocidad uniforme, pero ha sido el instituto inglés el que midió cuánto aumenta.
Además de los daños que provoca en distintos aspectos mecánicos de los vehículos, los lomos de burro son responsables de un aumento de hasta el 60 por ciento de la emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera.
El estudio, publicado por The Telegraph en Inglaterra, se realizó en una calle al norte de Londres donde la velocidad está limitada a 20 millas por hora (31 km/h).
Además del 60 por ciento de aumento en el CO2, el estudio determinó un incremento del mismo porcentaje de óxido de nitrógeno y de un 47 por ciento de partículas.
Los reductores de velocidad están instalados en la mayoría de las ciudades con el fin de reducir la velocidad de los conductores en intersecciones de calles o ante cruces peatonales. En la Argentina, el 40 por ciento de las víctimas fatales a causa del tránsito son peatones.
En la ciudad de Buenos Aires hubo obras en los últimos años tendientes a lograr mayor fluidez en el tránsito con el objetivo (entre otros) de reducir los niveles de contaminación, como el Paseo del Bajo o los carriles exclusivos del Metrobus.
Otras obras, como la Zona 30 km/h, estrenada el año pasado en el barrio de Villa Real, promueve una conducción a velocidades reducidas gracias a reductores como lomos de burro, canteros o ampliación de la superficie de las veredas en las esquinas.
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