Cuando en mayo de 2017 el gobierno de Macri estableció nuevas alícuotas para la importación de modelos con propulsiones alternativas (5 por ciento para los híbridos, 2 para los eléctricos y 0 para los fuel cell), quedó un “vacío legal” para los denominados híbridos suaves.

Estos, también llamados Mild Hybrid, son una tendencia que hace unos años se viene imponiendo en Europa y Japón, principalmente y que se vale del mismo principio de un modelo híbrido, es decir tener un motor a combustión y uno eléctrico.

La gran diferencia, de allí su nombre específico, es que el motor eléctrico no tiene la responsabilidad de mover en algunas circunstancias al vehículo, sino que siempre lo hace a través del propulsor a combustión.

El eléctrico funciona como un asistente que utiliza una batería de 48 voltios para algunas funciones (como la del climatizador o asistente del motor de arranque) y recupera energía en las frenadas y en la inercia cuando se conduce sin acelerador.

Los beneficios en el consumo de los Mil Hybrid son palpables, pero en números mucho menores a los de un híbrido convencional. Sin embargo, han proliferado porque así las marcas, sobre todo en Europa, lograron ubicar a estos modelos en la categoría “ecológica”.

Ahora, esos beneficios se han trasladado a nuestro mercado donde, gracias a una resolución del Gobierno de Alberto Fernández, podrán beneficiarse de la reducción arancelaria al igual que un híbrido convencional, pagando el 5 por ciento en vez del 35 habitual para modelos importados.

Esto abre la puerta a la llegada de muchos nuevos modelos con esta tecnología, aunque en mayo el Estados deberá renovar (o no, todo apunta a que sí) el cupo de automóviles “verdes” que se estableció hace tres años por 6.000 unidades.

Las marcas que ya solicitaron cupos para Mil Hybrid son Land Rover, para el Evoque II; Audi, para los A6, Allroad, A7 Sportback, A8, Q7 y Q8 y Mercedes, para el nuevo GLE.