Manejamos en Mendoza el nuevo modelo compacto que Kia trae de México. Primeras impresiones antes del test completo.
Por Martín Simacourbe
Fotos: Prensa Kia
La caída del “muro” que había impuesto la administración de Fernández a los productos importados (maximizado tras la llegada de Massa) posibilitó que varias automotrices comiencen a ofrecer modelos muy interesantes en el segmento más caliente del mercado argentino, tanto por parte de las terminales que fabrican acá como de las importadoras.
Hyundai hizo ruido con la llegada del HB20 (ver prueba) y ahora se suma Kia, que si bien es parte de la misma empresa a nivel global, acá tiene un representante totalmente diferente.
Aun así, ambas empresas coreanas plantearon una estrategia similar e hicieron de la relación precio-producto el principal argumento de compra para volver a poner el pie en un nicho que las productoras locales dominan históricamente.
El K3 llega con muchas novedades (ver lanzamiento), porque además de ser nuevo, es algo más grande que la competencia, tiene un equipamiento nutrido (es el modelo con ayudas a la conducción más barato del mercado) y todo con un precio, de lista, sumamente competitivo.
En Mendoza pudimos tener una primera impresión como anticipo de lo que será el test con todos los datos de prestaciones y consumos que publicaremos próximamente.
Cómo decía, en cuanto a lo estético, ambas versiones sorprenden con un diseño moderno y bastante más grande que lo que acostumbran los modelos del segmento B. El hatch, que se denomina Cross, pero no tiene mucho del mundo off road, se estira a 4,30 metros de largo (mucho más que 208, Polo, Yaris, Kardian o Pulse), quedando solo por debajo de Basalt y Fastback.
El sedán, aunque cuenta con una tapa de baúl convencional (algo pequeña), también parece tener portón por la caída de la luneta y llega a los 4,55, una medida solo comparable con el VW Virtus.
El entre ejes, de 2,67 metros (válido para ambas carrocerías), también es muy generoso, lo que se traduce en unas plazas traseras que, al menos a la vista, parecen ser las más espaciosas del segmento. El tamaño de baúl es de 390 litros para el hatch y 544 para el sedán, dos muy buenas medidas. Por debajo, como es habitual, hay un auxilio temporal.
Por dentro el estilo es muy Kia, con varios comandos ya vistos en otros modelos de la marca (algunos un poco antiguos), pero siempre con la practicidad de tener todo muy a mano (aunque el comando “dual” de clima y multimedia lleva su tiempo). El tablero es muy similar al del HB20, enteramente digital, pero sin poder modificar la vista, mientras que la pantalla es de 10″ en el full y de 8″ en la EX, pero ambas van flotando al lado del instrumental.
La calidad está bien, pero sin enamorar. Los plásticos son todos duros y hay algunas superficies más trabajadas, pero nada que sorprenda en un compacto. Eso sí, la insonorización es impecable, incluso a buenas velocidades, algo que no es tan fácil de encontrar en la competencia.
También es buena la posición de manejo, con una butaca que baja bastante y un volante de doble regulación. Lo más flojo es la visibilidad hacia atrás, complicada en ambas siluetas.
El equipamiento de confort está bien, con cargador inalámbrico, tapizado de cuero y tela (en dos tonos) y techo corredizo en el full, pero el más generoso es el de seguridad, con seis airbags, frenado autónomo, mantenimiento y cerrado de carril y alerta de punto ciego y de tráfico cruzado en ambas versiones, sin olvidar que sacó 5 estrellas en Latín NCAP.
La motorización es la 1.6 que ya vimos en el HB20 y otros productos de Hyundai/Kia. Es un propulsor antiguo pero muy confiable, que eroga 121 CV y 151 Nm, valores algo justos para un segmento que está sumando muchas opciones turbo.
El rendimiento en Mendoza no sorprendió: le falta algo de vivacidad cuando se presiona el acelerador, aunque al menos la opción más equipada viene con levas que activan una caja de seis marchas convencional, pero que no es de las más rápidas. En el HB20 los consumos no fueron de lo mejor, pero veremos qué nos depara la prueba tradicional.
El andar es muy bueno y una particularidad del K3 es que ambas carrocerías están elevadas (15 mm el Cross y 10 mm el sedán con respecto a lo que proponían Río y Cerato), lo que les permite circular sin problemas en calles maltratadas o incluso en el tramo de ripio que recorrimos en Mendoza, pese a tener neumáticos de perfil bajo.
En lo dinámico muestra el aplomo de un chasis revisado, con un generoso entre ejes y una calibración que, si bien prioriza el confort, permite trazar curvas sin inconvenientes, aunque la dirección es algo liviana. La primera impresión es que es más “latino” que el Río (que también se hacía en México, pero con una configuración más europea), algo que se agradece en el día a día.
Llegamos al precio, que es uno de los grandes atractivos de este K3. Sin importar la carrocería, el EX cuesta 25.000 dólares y el GT-Line 28.500, al cambio del día del Banco Nación, lo que lo pone en una posición muy agresiva frente a cualquier berlina compacta (ver análisis).
Si la red de Kia respeta estos valores y no se le ocurre jugar con el dólar billete, Kia va a vender mucho más de las 200 unidades mensuales que se puso como piso (ver más). Incluso si lo hace (ojalá que no), muchos clientes que no tenían a la marca en el radar la pondrán en consideración, ya que el producto lo vale.






1 Comment
Alberto
28 marzo, 2025, 2:09 pmNo me agrada ..ese volante y el tablero no se destacan para nada y su motor es antiguo ..lo demás es pasable
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