La apertura del mercado trajo nuevos modelos y traerá incluso más marcas, con precios que deberán acomodar el mercado. Opina Martín Simacourbe.
Por Martín Simacourbe
Se sabía. Con la aniquilación de la SIRAS, la apertura comercial, el fin de los pagos pateados a 360 días y un dólar barato, el mercado argentino comenzaría a llenarse de modelos importados.
La reacción todavía es lenta, pero todas (terminales o importadoras) activaron o están activando la llegada de modelos que durante estos últimos tres años eran imposibles de vender en Argentina.
De hecho, la venta de importados, que llegó a ser del 20% en la peor época de Massa, ya está a la par de las unidades nacionales que se venden.
Solo para hacer un repaso de las últimas presentaciones, podemos contar desde los económicos Kwid y HB20 producidos en Brasil, productos de media gama como Seltos u Outlander y tope de gama (al menos en cuanto a precios) como Silverado o los muchos BMW que llegaron en estos últimos meses.
Y la lista será mucho más profusa el año que viene, con incluso nuevas marcas (muchas de ellas chinas), que llegarán con precios agresivos y nuevas propuestas.
De eso iba esta columna de opinión, porque la mayoría de esos nuevos productos lo hizo con precios muy competitivos. Me dirás que siguen siendo caros para el bolsillo argentino (y tenés toda la razón), pero al menos son bastante más baratos que lo que estaba establecido.
¿Ejemplos? El Mitsubishi Outlander llegó con un precio de 61.000 dólares, aun pagando el impuesto al lujo y también el arancel extrazona, algo que no deben abonar las SW4 (argentina) o la Tiguan (mexicana). Las dos (como la X-Trail, japonesa) están arriba de los 75 millones de pesos, un valor poco entendible para un vehículo regional (y no me meto con las pick ups, porque da para otra columna).
El Megane eléctrico llegó en otoño con un precio de casi 70 millones de pesos. Como no había nada parecido en el mercado (un mediano eléctrico), se lo notaba caro, pero no había mucha referencia.
A los pocos meses llegó el Volvo EX30 (de tamaño y potencia similar) a un valor de casi 50.000 dólares. Y oh casualidad, Renault bajó el valor del Megane (y eso empujo a bajar también el del Kwid eléctrico) a poco más de 50 millones.
Justamente el Kwid brasileño, que pegó la vuelta hace pocos días, lo hizo con un precio de casi 18 millones de pesos, el más barato para un modelo a la venta en Argentina.
Lo curioso es que es 40% más barato que el Sandero base, una brecha que jamás se dio en la anterior gestión del Kwid (de 2018 a 2021), demostrando lo caro que están los productos locales que se venden desde hace tiempo.
Algo similar pasó con el HB20, que Hyundai por fin pudo traer a la Argentina desde Brasil. Es el hatch compacto más barato del mercado y, en cualquiera de sus versiones, vuelve a demostrar lo caro que está el resto, que a fuerza de bonificaciones tiene en la calle valores más acordes, pero que castigan al suscriptor de un plan de ahorro.
La gran culpa de lo caro que son los autos en Argentina la tiene la voracidad impositiva del estado, que se lleva la mitad de cada 0km a sus arcas, sin contar el impuesto al lujo que distorsiona todo lo que está por encima de los 40 millones de pesos.
Pero todos estos nuevos modelos no es que se sacaron esa mochila. La llevan como todo el resto, y aun así, proponen valores por debajo de sus competidores, que solo detuvieron su escalada con la baja de la inflación y el fin del impuesto PAIS, pero que no se reacomodaron desde que el dólar paralelo bajó de 1.500 a menos de 1.100 pesos.
Cuando hablamos con los directivos de las importadoras, todos nos dicen que a esos agresivos precios se llegó con acuerdos de las casas matrices para recuperar un mercado casi perdido, con márgenes más chicos para competir nuevamente. Pero creeme que, perder plata, no pierde ninguno.
Ni Hyundai, ni Mitsubishi, ni Volvo (por más competitivos que sean) tendrán volúmenes de venta que pongan en riesgo las operaciones de las terminales afincadas en Argentina, pero el comprador está empezando a conocer que el precio de mercado no es el que arrastra la plaza desde los tiempos en que muchas (por falta de oferta y competencia) cazaban en el zoológico.
Un mercado cerrado es siempre un castigo para el consumidor. El mercado de los autos ya volvió a tener disponibilidad, pero el año que viene volverá a tener una oferta que hará que, inevitablemente, los precios se vayan acomodando a la realidad.
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