A fines de 2018, Citroën presentó en la Argentina la versión Mercosur del C4 Cactus, una adaptación de la versión europea que había arribado poco más de un año antes y que había debutado en el Viejo Continente en 2014.

Pese al 4 de su denominación, el Cactus fue siempre un compacto, apoyado en la misma plataforma del C3. Aunque convivieron, fue casi el reemplazo del anterior C3 Aircross, que con su carrocería monovolumen sucumbió ante la silueta SUV que se imponía en el mercado.

Hoy, con casi seis años de vida, el C4 Cactus no solo arrastra su propia antigüedad, sino también la competencia interna que le proponen el nuevo C3 Aircross (ver contacto) y el futuro Basalt (ver más), dos modelos que se apoyan en la nueva plataforma CMP y que, como el Cactus, ofrece un estilo SUV, aunque técnicamente no lo sean.

El futuro incierto del Cactus se ve en varios aspectos. No adoptó ningún rediseño de importancia de cara a mitigar el paso de los años y no cambió sus mecánicas: sigue con el antiguo 1.6 VTi (ver prueba) y es el único modelo regional que mantiene el 1.6 THP (también lo ofrecen los C5 Aircross y 3008/5008).

Cuando visitamos Brasil para conocer el C3 Aircross, directivos de la marca anticiparon que el C4 Cactus se ubicaría por encima, dejando de lado las versiones VTI para concentrarse en las turbo, pero luego apareció el Basalt como una nueva amenaza, poniendo en jaque su futuro.

A favor del C4 Cactus, es cierto reconocer que los nuevos SUV del C3 tienen propuestas diferentes: el Aircross es un siete plazas (algo que nunca ofreció el Cactus) y el Basalt un “coupé”, con una caída del techo distintiva.

Pero siendo el único que mantiene la vieja plataforma de la ex PSA y con la doble competencia ubicada en el mismo segmento, a un precio similar y con propuestas más modernas, parece difícil que se sostenga más allá de 2024.