La movilidad de la “última milla” no es un concepto nuevo. Cuando las ciudades japonesas comenzaron a abarrotarse de personas a fines de los setenta, Honda pensó en una solución para no ingresar con el auto a los grandes centro urbanos.

La primera generación del City debutó con la Motocompo, un scooter de 50 cc que cabía perfectamente en el pequeño baúl del nuevo modelo, gracias a que podía plegar el manubrio, el asiento y los pedales.

Fue lanzada al mercado en Japón en octubre de 1981, con grandes expectativas de venta, en torno a 8.000 City y 10.000 Motocompo mensuales, pero esta última no superó las 3.000 unidades por mes y se discontinuó en 1983, tras algo más de 50.000 unidades vendidas.

La idea de unir los dos grandes negocios de Honda era realmente ingeniosa. La moto medía 1,2 metros de largo, 0,5 de ancho y 0,9 de alto y una vez que se plegaba, pasaba a solo 24 cm de ancho y 54 cm de alto, pero el peso de 42 kilos, si bien era moderado para una moto, no hacía fácil montarla y desmontarla del baúl.

El motor erogaba 2,5 CV y un tanque de combustible de solo 2,2 litros suficiente para grandes desplazamientos, ya que gastaba solo 1,5 l/100 km. La máxima era de 30 km/h.

Pese a lo revolucionaria de la idea, la Motocompo fue un fracaso comercial que no se replicó en ningún otro modelo, pese a que en los últimos tiempos, con la llegada de los motores eléctricos, varias terminales proyectaron soluciones similares.