Citroën es una marca acostumbrada a innovar en un montón de aspectos dentro del mundo del automóvil: diseño, motores, desempeño y también funcionalidad. El problema es que muchas de esas novedades tuvieron un carácter casi experimental que no sobrevivió demasiado.

Un ejemplo de esto se dio en 2004, cuando la marca lanzó la primera generación del C4 en Europa, en reemplazo del Xsara. El interior proponía un volante con centro fijo, que no acompañaba el movimiento del aro.

La razón principal para la adopción de este sistema fue que el despliegue del airbag también se mantenía en la misma posición, independientemente del giro del volante, lo que permitió crear una bolsa con una forma irregular y más efectiva, olvidando la circular que se monta en cualquier otro modelo.

La segunda ventaja era que los comandos presentes en el volante también mantenían su posición original, mejorando la ergonomía de los mismos.

La novedad pronto llegó a también a los C4 Picasso (en 2006, con el mismo volante), la segunda generación del C5 (2008, con uno nuevo) y el C4 que se produjo en la Argentina desde 2007 (idéntico al europeo).

Sin embargo, la solución duró poco y cuando llegaron las renovaciones de esos modelos (C4 en 2010 y C4 Picasso en 2013, ya que el C5 no tuvo sucesor), el particular volante de centro fijo fue dejado de lado.