A mediados de los ochenta, Nissan estaba programando la nueva generación del March que saldría a comienzos de los noventa. Pero en paralelo, el área de diseño de la compañía japonesa convocó a distintos diseñadores a pensar un vehículo basado en el original, sin planes de industrialización.

Eran tiempos en que el diseño retro se estaba imponiendo en algunas industrias, pero aún no llegaba con la fuerza con la que la conocemos hoy a la del automóvil. Además, la falta de un objetivo industrial promovió una visión distinta del proyecto.

Cuatro propuestas arribaron a una suerte de final en la que se impuso el Be-1 de Naoki Sakai, diseñador que no tenían grandes antecedentes en la industria automotriz. El estilo tomaba elementos de los cincuenta, con guiños al 500 o al Mini.

El concepto definitivo fue expuesto en el Salón de Tokio de 1985 y la respuesta fue excelente: todos querían ese compacto con estilo retro y sin logos visibles de Nissan, lo que llevó al proyecto a tener luz verde en 1986 y producirse a comienzos de 1987.

La tremenda demanda no modificó los planes de producción y como se harían tan solo 10.000 unidades, Nissan creó una lotería en la cual únicamente los ganadores podían adquirir el auto.

El Be-1 estaba disponible con techo duro o de lona, caja manual de cinco marchas o automático de tres y un motor 1.0 de 52 CV. Medía 3,64 metros de largo, 1,58 de ancho, 1,42 de alto y 2,30 entre ejes. Los colores eran vivaces: amarillo, azul, blanco o rojo.

Muchos esperaban una segunda edición del Be-1, pero Nissan respondió con una familia retro que atacó otros segmentos. Así nacieron en 1989 el Pao (50.000 unidades con un espíritu entre 2CV y Mehari) y el utilitario S-Cargo, y en 1991 llegó el Figaro (20.000 unidades con un estilo de los años treinta).

El Be-1 y toda la familia producida en la innovadora planta Pike fueron pioneros en el estilo retro que luego impusieron los nuevos VW Beetle, Fiat 500, Mini Cooper y muchos otros.