Probamos la primera versión limitada de la Renault Alaskan que, sin tocar el motor, viene con detalles estéticos y algunos extras de equipamiento.
Por Martín Simacourbe
Fotos: Prensa Renault y M.S.
Pese al retraso con el que llegó, la Renault Alaskan ya tiene algo más de dos años en el mercado argentino. Su primera novedad, luego de lo que fuera su debut comercial (ver más), fue que el año pasado presentó su primera versión especial.
Denominada Outsider, se apoya en la versión tope de gama (la Iconic 4×4 AT, ver prueba) sumando detalles estéticos (calcos y llantas oscurecidas) y funcionales (cobertor de caja, estribos y gancho de remolque trasero) sin modificar la mecánica.
Por cuestiones industriales (recordemos que la producción está bajo el ala de Nissan), las modificaciones no fueron más allá, sumando un paquete más exclusivo que, por ejemplo, podría haber reemplazado los cromados de la trompa.
Las modificaciones son, salvo las llantas, todas “aftermarket”, incluido el cargador inalámbrico, único agregado al equipamiento puertas adentro. Además, las 350 unidades disponibles de esta serie especial agregan una bicicleta mountain bike de la marca del rombo como parte del paquete.
La estrella de estas novedades es el cobertor rígido que se pliega por partes y tiene un buen sellado ante el ingreso agua. El combo (que mantiene la protección de toda la caja) suma un práctico divisor de carga para que los objetos queden bien a mano.
Lo malo es que con la incorporación perdió la barra San Antonio y que si bien el portón tiene cerradura (para usarlo como un baúl) sería ideal que tuviera cierre centralizado para hacer juego con el acceso sin llave de las puertas.
Cómo un clon de la Frontier, la Alaskan encuentra su principal diferencial en la estética, una de las más logradas entre las pick ups, aunque esto es siempre material opinable, más teniendo en cuenta que el último rediseño de la Nissan (ver contacto) la dejó sumamente atractiva.
Esa misma actualización provocó también que la Alaskan quede atrasada puertas adentro, con un diseño que ya tiene ocho años de vida (de esa época es el desarrollo de la actual generación de Frontier) y que siempre pecó de no tener ningún detalle propio, más allá del rombo en el volante.
Algunas cositas que van quedando viejas, además de varias teclas, son la selectora, el volante (con un aro muy finito y sin regulación en profundidad) y la computadora central del tablero, con buena data, pero monocromática. La terminación está dentro del promedio.
Esa misma condición de “compañera de” también hizo que la Alaskan corra siempre por detrás de su prima hermana en cuanto a la gama, algo que recién este año Renault comenzará a saldar cuando sume versiones automáticas en el corazón de la gama (ver más).
Más allá de lo antedicho del volante, la posición de manejo (con butaca eléctrica) es agradable y el espacio trasero digno para una pick up de este segmento. La caja, por su parte, carga cerca de una tonelada.
El equipamiento tiene el extra del techo corredizo y lo lógico para una versión tope de gama, aunque ya debería ofrecer cuatro ventanillas “one toch”. Donde queda claramente por detrás es en seguridad, sin ninguna ayuda a la conducción (de esas que ya tienen, salvo la Amarok, todos sus competidores); sí tiene seis airbags y cámara 360.
Pero lo mejor de la Alaskan comienza cuando se aprieta del botón de arranque. La motorización 2.3 de 190 CV y 450 Nm tiene buena respuesta cuando se lo solicita (acelera en poco más de 11 segundos y recupera en poco más de 8, cifras lógicas para su potencia) y un andar relajado a la hora de girar sin tanto apuro en el que contribuye el buen desempeño de la caja de siete marchas.
Allí sale a relucir el excelente confort de marcha que brinda el esquema de suspensión trasero con resortes que agradece el que maneja, pero sobre todos los que se sientan atrás. No hay pick up (salvo la Frontier, claro) que ofrezca el placer de conducción que brinda la Alaskan en el día a día.
Cuando la exigencia aumenta, el modelo de Renault responde bien, pero hay que llevarla con atención si el camino no está perfecto o si las curvas se suceden una tras otra. Ahí queda un paso por detrás de Amarok (sobre todo) o la Ranger, pero también de la renovada Frontier, que ajustó una vez más las suspensiones y el trabajo de la dirección (un punto flojo en la Alaskan) con la actualización.
Otro punto donde se destaca el producto de la Alianza es cuando se acaba la ruta. Es cierto que no ofrece bloqueo de diferencial, pero para la mayoría de las incursiones, el trabajo de la doble tracción con alta y baja es más que suficiente. Y nuevamente, el trabajo de las suspensiones se agradece en caminos de ripio o de tierra seca, donde a otras le duele mucho andar rebotando.
En cuanto a los consumos, los casi 8 l/100 en ruta y cerca de 11 en autopistas son algo más elevados que la media (no más de un litro) y los 12 en ciudad están dentro del promedio.
En términos de éxito comercial, la Alaskan tiene un techo fijado por la cantidad de unidades que le produce Nissan (y que Renault quiere rever, ver más) y no por lo tentadora que puede ser la pick up, los beneficios que le otorga la extensa red de concesionarios del rombo o el precio que le ponga la marca (de 14.841.500 pesos, 410.000 por encima de la Iconic AT).
Ante ese panorama, lo bueno es que la marca sigue haciendo experiencia, creando una clientela y mejorando la oferta de cara a lo que, tarde o temprano, será una política comercial mucho más agresiva para posicionarse en serio como un jugador de peso entre las pick ups medianas.
A favor
Extras de equipamiento
Confort de marcha
Solidez general
En contra
Sin ayudas a la conducción
Interior pasado de moda
Dirección lenta
1 Comment
Sergio
25 marzo, 2023, 6:57 pmPor fuera me parece la mas linda. Por dentro se quedó un poco en el tiempo.
Renault tiene que mantenerla para darle mas significado a la futura Oroch que quiere producir en Córdoba
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