Fue un prototipo basado en el Jeep norteamericano que no lo logró la aprobación por sus altos costos. Qué pasó con los que se construyeron.
Luego del éxito en la Segunda Guerra Mundial, el concepto del Jeep creado en Estados Unidos (ver más) se trasladó a casi todos los rincones del mundo.
Pese al fin del conflicto, casi todas las naciones estaban en alerta y buscaban equipar a sus fuerzas armadas con este nuevo tipo de vehículo, que había demostrado sus enormes habilidades en el propio campo de batalla.
Así, aparecieron clones en muchos mercados, respetando el diseño original o con pequeñísimas modificaciones. Argentina no fue la excepción y para 1943, el ingeniero Martín Reuter, del ejército argentino, había desarrollado el Ñandú.
Este prototipo tenía las características básicas del Jeep original, pero mostraba una parrilla de barras verticales más amplia y un acceso mejorado (siempre sin puertas) a las plazas posteriores.
El armado fue casi artesanal: con el eje delantero de DKW, el Ñandú ofrecía tracción integral con alta y baja, caja manual de tres marchas y un motor diesel de 6 cilindros de 3.7 litros y unos 76 CV.
Se dice que se construyeron cuatro prototipos para ser probados en distintas situaciones. El diseño se modificó con faros sobre los guardabarros y por fuera de la parrilla y un paragolpes más alto.
Pese al buen rendimiento y una presentación al General Perón, la idea de una producción en serie se descartó por los costos: seguía siendo más económico importar los Jeep que se producían en Estados Unidos y que todas las naciones buscaban.
Incluso después de la Segunda Guerra, el Jeep americano equipó a numerosas fuerzas armadas de los aliados y cuando el modelo inició su vida civil en su mercado de origen (ver más), muchos lo siguieron en otros mercados (ver más): así nacieron versiones de Mitsubishi, Nissan y Toyota en Japón (los predecesores de las líneas Montero, Patrol y Land Cruiser) o el Land Rover en Inglaterra.
En la Argentina, el Jeep llegó al público gracias a IKA, que lo comenzó a producir en la planta de Santa Isabel en distintas variantes, algo que finalizó en 1978, ya con Renault controlando la fábrica.
El Ñandú formó parte de un sueño que no llegó a concretarse, pero que sentó las bases de la industria militar nacional, que luego derivó en la creación de IAME y la aparición del Justicialista y el Rastrojero (ver historia) en los comienzos de la década del cincuenta.
De los cuatro prototipos, solo sobrevivió uno, que fue restaurado y expuesto en una de las tantas exposiciones que se hacían en La Rural. Hoy, su paradero es desconocido.
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Adolfo
14 diciembre, 2022, 1:53 pmEste tipo de notas están muy buenas.
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