El esperado regreso del Land Rover Defender se ha dado tal cual que en otros casos como el de los Beetle, Mini o 500. Ya no se trata de un rústico automóvil accesible sino un producto tecnológico que tendrá un posicionamiento Premium.

Pese al diseño que emula al Defender de los 80, esta nueva generación utiliza un chasis monocasco con suspensión independiente, pero a la vez suma muchísimos elementos de confort y seguridad nunca antes disponibles. La carrocería sigue siendo de aluminio.

Los guiños al original se ven en las luces circulares (aunque el faro es cuadrado), las claraboyas por sobre la tercera ventanilla, la luneta vertical e incluso la rueda de auxilio colgando del portón.

Por ahora hay dos versiones de carrocería: la corta, de tres puertas y 4,32 metros de largo, denominada 90; y la larga, de cinco y 4,76, que se llama 110.

En el primero hay seis plazas disponibles (con un muy pequeño asiento entre los delanteros) y en el segundo opciones de cinco, seis o siete plazas, esta última ya con una tercera fila de asientos.

La gama europea contempla dos motores nafteros, de 300 y 400 CV; y dos diesel, de 200 y 240 CV. Salvo el de 400 que es seis cilindros 3.0 litros, los demás son cuatro cilindros 2.0.

Todas las versiones tienen tracción integral, con bloque de diferencial central y, opcionalmente, el posterior. Como otros Land Rover, hay programas establecidos para el sistema de tracción. La suspensión tiene un largo recorrido y puede elegirse con amortiguadores de dureza variable, en tanto las llantas van de 18 a 22 pulgadas.

Como todos los modelos de la marca, hay grandes chances de su llegada al país durante 2020, aunque mucho dependerá de la demanda que tenga el modelo en otros mercados.