No vamos a comentar aquí el particular estilo del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Podríamos escribir un libro con las increíbles declaraciones que ha tenido a lo largo de su carrera política.

Pero ahora, ya en la conducción del país más poderoso de América Latina, algunas de sus políticas desafían con todo lo establecido.

Una de ellas es la del control de la velocidad realizada por radares en todo el territorio brasileño, que tiene un fuerte arraigo en el modo de conducción y que llevó, por ejemplo, a la instalación de alertas sonoras en la mayoría de los vehículos de producción de ese país para evitar las fuertes multas.

Pero el flamante presidente está en contra de esa práctica. En un programa de entrevistas, confirmó esta semana que no renovará el contrato de las cámaras instaladas y que evitará la instalación de otras 8.000, en defensa del “placer de dirigir”.

La justicia brasileña ya alertó al gobierno que se abstenga de retirar los radares, pero Bolsonaro no parece hacerles caso. En el show televisivo declaró que “en el feriado de Semana Santa de este año disminuyó el 11 por ciento el número de accidentes y muertes. Si hubiese aumentado, la culpa hubiera sido mía. Como disminuyó, parte de la prensa no dijo nada. Creo que estamos en el camino correcto”.

A continuación, señaló que “el radar instaló la idea de proteger la vida, pero es un tragamonedas“. “Cada año se recaudan billones en Brasil con esto, pero cuando usted le quita el dinero al pueblo, cuando se lo quita a un camionero, eso lleva a un aumento en las góndolas”, agregó el mandatario.

Entretanto, se ha sabido que en los últimos cinco años, la familia Bolsonaro, compuesta por el actual presidente, su mujer y sus tres hijos, han acumulado 44 multas de tránsito, 24 de ellas por conducir por encima del límite de velocidad fijado.

Por su parte, Bolsonaro también admitió que quiere elevar a 40 el número de puntos de la licencia de conducir, que hoy está en 20, aunque esta medida debe ser validada por el Congreso.